Pensando en la "adicción"

No todo consumo, no todo apego a una sustancia, a un objeto o a una conducta, es una adicción.
Determinar si alguien es un “adicto”; debatir sobre si se trata de una enfermedad, un síndrome, un síntoma; discutir sobre cuál es el mejor tratamiento, son algunas de las cosas que se realizan en ámbitos profesionales, distintos al que proponemos aquí y ahora.
Lo que hoy proponemos preguntarnos es: ¿cuál es nuestro rol, como padres, frente a un hecho social que crece más allá de la geografía y de las condiciones socio-culturales? No es cuestión de realizar sólo un análisis filosófico de la situación actual, sino de pensar qué podemos hacer, como padres, para entender mejor esta situación y para que nuestros hijos elijan conductas que no sean autodestructivas.
No desde la punición o el castigo, no desde la prohibición, pero sí desde la concientización y la generación de un espacio donde nuestros hijos tengan opciones para elegir.
Por eso la prevención, tal vez, está más relacionada con nuestra implicación como padres y con el amor, de lo que nosotros suponemos.
Claro que, para prevenir, tenemos que saber qué es lo que queremos prevenir. Por eso iremos incorporando al blog información relacionada con el consumo de distintas sustancias, combinaciones y nuevas costumbres en relación al tema.
Pero es importante desterrar la idea de que “las adicciones” o “la toxicomanía” es un monstruo que está afuera, asechando, contra el que no podemos hacer nada. No es cierto, hay mucho que podemos hacer. Y lo más importante es descubrir que no cualquiera se convierte en un adicto. Una persona que depende del alcohol o de la droga es alguien que ya ha recorrido un camino largo, que tiene que ver con su identidad, con su lugar dentro de una familia y dentro de la sociedad, con los límites y con el respeto por las normas.
La identidad es un proceso, una construcción. Nadie “adquiere” su identidad de un día para el otro. Como padres, somos protagonistas de la construcción de la identidad de nuestros hijos. No es un proceso que se inicie con el nacimiento, sino que se inicia desde el momento mismo que nos imaginamos la posibilidad de tener un hijo, desde el momento que le hacemos un lugar en nuestras vidas a ese hijo que aún no existe en el mundo material.
A pesar de que nuestros hijos crezcan, nuestra función de padres continúa. Crecen nuestros hijos y nosotros, como padres, tenemos que crecer también. No dejamos de ser padres porque nuestros hijos sean más grandes. Por eso, tenemos que poder hacernos un lugar para instalar preguntas que tengan que ver con esa función que estamos desempeñando:
· ¿Cómo estamos acompañando a nuestros hijos en el proceso de construcción de su identidad?
· ¿Sabemos establecer normas de convivencia claras en nuestra familia?
· ¿Cómo funcionan los límites en nuestro hogar? ¿Sabemos poner límites claros?
· ¿Tenemos un diálogo profundo con nuestros hijos?
· ¿Estamos al tanto de sus actividades, proyectos, miedos, dudas, temores, angustias?
· ¿Somos personas confiables para nuestros hijos?
La droga aparece como algo que apacigua el dolor de vivir, aunque su apariencia sea distinta. El alcohol y las drogas presentan una primera manifestación que tiene que ver con lo placentero, con la desinhibición, con la “alegría”, como una solución mágica. Pero detrás de todo eso está el “desconectarse”, el “olvidarse de los problemas”. NO NOS ENGAÑEMOS, acá no hay distinciones sociales, lo único que cambia son los precios de las sustancias que se consumen (“tetra”, cerveza, “paco”, marihuana, vodka, energizantes, éxtasis, 007, popper, cocaína, etc.). Lo que tenemos que plantearnos es de qué quiere olvidarse un adolescente cuando consume para entender qué podemos proponerles en lugar de la evasión.
Creo que también se trata de pensar qué valores estamos forjando y trasmitiendo a nuestros hijos.
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